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Sin memoria

Esto es dedicado a aquellos, cuya mente está en otro mundo y sus cuerpos aún nos acompañan.

El recordarte, lastima. Lastima como una daga en el pecho, dejándote paralizado, sin pestañar, con el aire a medio pasar de la garganta y el calor del metal penetrando cada vez más. Siempre pienso en ti, tus enseñanzas, tus gestos de amor, tu calidez y la manera de que siempre intentabas que me sintiera cómoda. 

Tenerte con vida, es una bendición. Sigues aquí, si embargo, ¿seguiría siendo lo mismo? Al cruzar nuestras miradas, ¿sabrás quién soy? Dicen que lo importante es que la otra parte, 'el que esta sano', recuerde al enfermo.

¿Por qué tú? Entre tantas personas en el mundo, tuviste que ser tu, aquella que tenía un parte importante de mi corazón a su antojo. Recordar tus llamadas, tus felicitaciones, leer tu caligrafía, ver los obsequios que aún conservo hasta aquél sueter rojo. Me hace sentirme que aún sigues conmigo. 

He vivido el luto, el sepultar a alguien, dejarlo ir en compañía de lamentos, rosarios y lágrimas. De igual forma, creo el alzhéimer te apuñala más el sentimiento del dolor. El tener tantas cosas lindas en común con otra persona, entre recuerdos, chistes, memorias, pasan a ser solo eso para uno que las vivió.

La otra parte, se encuentra inerte. Sin saber que sucede a su alrededor, aterrada en ciertos momentos y sin reconocer al otro. Que dolor.

Tenerte en esas condiciones, pudiera ser para muchos mejor al hecho de que no estuvieses físicamente en este plano. Siempre pienso que esta enfermedad es para mí lo mismo que un luto. Un luto, donde sepultas diariamente a la persona así este sentada a tu lado.

Creo que el haber convivido tan estrechamente contigo, me hizo valorarte más que algunos que dicen ser tus hijos. Los viajes en carro, solo para verte. Las tardes sentadas contigo en el jardín. Tus llamadas en días especiales, sentarme en la mesa a tu lado en navidad. Todo ahora se siente pesado, pensar en ti me hace querer gritar. ¿Dónde está Dios en estos momentos? Tantos rezos, tantas horas contigo en tu altar personal, tantas veces que te ví con un rosario en la mano, ¿para esto?

Tengo fe. Aún la tengo. Porque sé que cuando llegué tu momento, podremos reencontrarnos algún día y querernos como siempre lo hicimos. Sé que donde vayas no habrá enfermedad que nos impida querernos, sabrás quien soy al verme y nos reiremos de esta situación.

  

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