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Bolívar: un estado donde los pacientes no cuentan


Adquirir el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) se convirtió en una sentencia de muerte para los bolivarenses que no pueden acceder a un protocolo de atención adecuado que les permita mantener un seguimiento y control de su enfermedad

Hendelys Ochoa

     Los programas emitidos por el Gobierno para no desamparar a los pacientes VIH positivo se tradujeron en un fracaso, en el que no solo se muestran las precarias condiciones de los establecimientos, sino que además, se evidencia la imposibilidad de abastecer a toda la población debido a la poca capacidad hospitalaria que impide cubrir toda la demanda.

     Esto repercute en la extensión de una epidemia, para la que no se tiene  una vacuna, ya que se constituye como una enfermedad crónica que solo puede controlarse, además de que en Venezuela no se cuenta información que permita conocer la gravedad general de la situación, intensificándose las posibilidades de caer en un subregistro de pacientes, no solo a partir de los índices de morbilidad, sino también de mortalidad.  

     El personal de salud, muchas veces, trabaja a ciegas, siendo este un panorama grave, sobre todo al analizar el alto riesgo de contagio de este virus que también ha llegado afectar, en gran medida, a la población infantil por la escasez de programas y servicios.

Descentralización de pruebas

     Dentro de las fallas del sistema de atención pública, en Guayana, se evidencia la coyuntura que persiste en torno al acceso gratuito a las pruebas de tamizaje. Para que las personas puedan ser diagnosticadas deben asistir a los centros autorizados que son los únicos establecimientos de salud que ofrecen este servicio. En Bolívar solo se cuenta con dos instituciones adscritas al Ministerio de Salud, que son las encargadas de realizar los procesos de diagnóstico. El Ambulatorio Urbano tipo III Las Manoas, de San Félix, y el Hospital Ruiz y Páez de Ciudad Bolívar.

                                                              


  Foto: TalCual    


                                                                Foto: Caraota Digital

El Hospital Ruiz y Páez y el ambulartorio Las Manoas son los únicos centros del estado Bolívar que atienden los servicios de VIH

     Una enfermera que trabaja en este establecimiento, ubicado en el municipio Caroní, y quien además prefirió mantener su identidad al resguardo por temor a represalias, explicó que: “aquí solo se hacen pruebas rápidas. Se hace con sangre directa y en 15 minutos. Si hay dudas tiene que hacerse el confirmatorio en otro lado… con dos pruebas sencillas ya puede entrar. Tú sabes ahorita la gente no tiene para pagar un Western Blot, debe valer como unos $ 100”.

     Según el Plan Maestro, la causa de que estas pruebas no se estén haciendo es “la falta de asignación de recursos por el MPPS. Tampoco se están implementando estrategias de tamizaje comunitario o pruebas por proveedores pares capacitados”. El Instituto Nacional de Higiene (INH) en el 2018 no procesó muestras de Western Blot. En ese mismo año se realizaron 73,770 serologías de VIH (3ra generación) en el sector público de todo el país. En el 2016, por ejemplo, el sector público había realizado 226,570 pruebas de 3ra generación; según el INH. Esto evidencia la decadencia del sector público en la vigilancia epidemiológica del país.

     Para tener acceso a una prueba de VIH es imperativo contar con un récipe. El 90, 90, 90 (el objetivo planteado por la ONU); que corresponde a que el  90% de las personas con VIH estén diagnosticadas, el 90% de las personas diagnosticadas ya reciban tratamiento y el 90% de estas tengan carga viral indetectable, se tira a la basura en un país donde la detección de la enfermedad se enfrenta a una barrera debido a la centralización de las pruebas.

     A pesar de que existen varios centros públicos que deberían operar en todo el estado, el hecho de que la fase de diagnóstico del VIH recaiga solo en dos instituciones de salud deja en el olvido a toda la población que no puede movilizarse a distancias tan lejanas; por lo tanto, no se establece la pesquisa y mucho menos se sabe cuántos pacientes deberían recibir tratamiento para evitar caer en el Sida o incluso en su propia muerte.

Sin prevención

     Las charlas y encuentros formativos de educación sexual forman parte de las políticas preventivas que promueve el Ministerio de Salud. En la Guía Nacional para la Prevención del VIH, Sida y Enfermedades de Transmisión Sexual se establece que dentro de las estrategias implementadas por el Gobierno se incluyen las asesorías, la comunicación para promover un cambio de comportamiento, las jornadas de enseñanza de prevención de las ETS, así como el uso adecuado de los preservativos, las prácticas de sexo seguro y las actividades regulares de consejería comunitaria.


Guía Nacional para la Prevención del VIH, Sida y Enfermedades de Transmisión Sexual

Foto: StopVIH

     Sin embargo, el internista que lidera el programa de atención del VIH en Las Manoas, Adam Navas, asegura que debido a las precariedades existentes en este establecimiento y a la crisis generalizada que embarga el sector salud, estas iniciativas dejaron de desarrollarse: “En un momento sí existió, pero ya no por la situación del país; por la misma situación económica que ha hecho que muchos médicos hayan emigrado”.

     Un paciente de este centro de salud, quien prefirió mantenerse en anonimato, indicó que a pesar de recibir atención desde el año 2015, nunca ha presenciado alguna jornada de educación sexual en las instalaciones. Asimismo, en el Plan Maestro se establece que “no hay distribución de condones y lubricantes en los servicios de atención integral a personas con VIH, ni en la red del primer nivel de atención”.

     Por otro lado, el infectólogo Jaime Fajardo, quien también presta sus servicios en el módulo Las Manoas, reitera que, con la situación actual, se vieron obligados a reubicar los controles, donde también se tocan métodos preventivos incluidos en el programa: “Con la pandemia suspendieron muchas consultas, pero nos reubicamos; no se dejaron de ver pacientes”.

     A pesar de que en el Informe Nacional de Seguimiento de la Declaración Política sobre el VIH y el Sida se contempla que la atención integral de salud es uno de los principales derechos de la población, también hace referencia a que “las actividades se han limitado debido al financiamiento de proyectos”, lo que genera no solo la falta de políticas de prevención, sino también la falla de un protocolo de atención pública segura y eficaz.

Un sistema que fracasó

     “El financiamiento del sistema público es obligación del Estado”, así se establece en la Carta Constitucional, en su artículo 85; pero la realidad actual se aleja de este planteamiento. Para el 2018 se realizó el Plan Maestro para el fortalecimiento de la respuesta al VIH, la tuberculosis y la malaria en la República Bolivariana de Venezuela, a partir del trabajo colaborativo entre el Ministerio de Salud, la OPS, la OMS,  ONUSIDA y el Gobierno Bolivariano de Venezuela.  En este documento se llegaría al acuerdo de concretar la propuesta de apoyo humanitario para fortalecer las áreas del servicio público, estableciendo un monto de, aproximadamente, 122 millones de dólares.

     A pesar de que la OPS aprobó una primera donación de 5 millones de dólares, proveniente del Fondo Mundial para la Lucha contra el VIH/Sida, Tuberculosis y Malaria, para la adquisición de 700 mil frascos de TLD (antirretroviral), “el primer lote de 100 mil frascos de dicho antirretroviral se comenzó a distribuir en 21 estados, en enero 2019”; así lo establece la data de la organización STOP-VIH. Posteriormente se logró concretar un segundo donativo correspondiente a 6 millones de dólares; sin embargo, estos números no fueron suficientes para abastecer a toda la población de pacientes.


Foto: Radio Fe y Alegría Noticias

     Dentro de las principales limitaciones subyace la corrupción que impera en el sistema de salud venezolano, destinando los fondos previstos para la atención pública a la ejecución de actividades ilegales. Así se afirma en el informe publicado por Transparencia Venezuela, “Salud en Venezuela: cuando la corrupción es el virus”, donde se evidencia el robo sistemático de fondos de este sector realizado en la última década.

      “La dimensión del daño causado por la corrupción al sistema sanitario en Venezuela se hace más evidente al comparar los indicadores básicos de salud registrados, en los últimos años, en los países de América Latina y el Caribe. Naciones en las que también hay reportes de corrupción en salud, no han tenido un deterioro y retroceso tan pronunciado como el sufrido por Venezuela”.

     Esta situación no solo atenta contra la dignidad de los venezolanos sino que, además, demuestra cómo las propuestas para mejorar los servicios de atención del VIH acordadas por el propio Gobierno permanecieron en el aire. “La política oficial ha sido la compra directa por parte del gobierno nacional a empresas radicadas en el exterior cuyo cumplimiento ha sido deficiente. Tal es el caso de las transacciones realizadas en 2015 entre el Ministerio de Salud y compañías extranjeras a través de convenios internacionales con Argentina, Cuba y Uruguay por 803 millones de unidades de medicamentos, de las cuales solo se recibieron 279 millones sin que se ofreciera explicación alguna”; según datos de Transparencia Venezuela.

     La migración forzada es una de las principales consecuencias que aqueja a la población con VIH, obligando a miles de personas a dejar su país para poder recurrir a un sistema de salud digno fuera de las fronteras. 



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